viernes, 21 de noviembre de 2008

Jefes

¿Existe en realidad un jefe ideal?

Es tan difícil encontrarlo como encontrarlo el empleado ideal. Pero hay jefes que se acercan a lo que debe ser, en abstracto, un jefe, y de esos nos ocupamos:
  • Será un ejemplo para sus empleados. Sabrá que no puede exigir orden ni puntualidad si él mismo llega tarde todos los días, o si sobre su mesa reina el caos más absoluto.
  • Creará su autoridad a base de mucho trabajo y méritos propios, no por medio de regañinas, ni expisiones de indignación.
  • Tratará a sus empleados con la misma amabilidad, esté de buen o de mal humor. No tendrá favoritos y se esforzará por ser justo.
  • A pesar de la distancia que le separa de ellos, y que mantendrá, reservará un rinconcito de su corazón para sus subordinados, les ayudará y se preocupará por su salud y sus problemas particulares. Cierta gran Compañia incluyó en el formulario que llenan los empleados al ingresar en ella la siguiente pregunta. <¿Tiene usted deudas?>, y en caso afirmativo dichas deudas era satisfechas y deducidas paulatinamente de los sueldos del empleado.
  • Verá todo, oirá todo, sabrá todo, pero dejará plena libertad a sus empleados en su trabajo, contribuyendo de este modo a la alegría general y a la armonía en el ambiente. Sus alabanzas merecidas serán mucho más eficaces que sus reproches.
  • Sería mucho pedir, y además no hablaría demasiado en su favor, que el jefe fuera ciego ante los encantos de sus empleadas. ¿A quién no le gusta ver una cara bonita? Pero el jefe ideal no toma una secretaria bonita para recreo de sus ojos, sino como colaboradora y la tratará, por lo tanto, como corresponde, con caballerosidad, tratando además con la misma deferencia a sus secretarias ya entradas en años.
Las jefas

La jefa será el centro de todas las críticas.

En nuestros tiempos es frecuente ver que hay mujeres ocupando altos cargos; abundando las que tienen a sus órdenes a muchos hombres. No es raro que las mujeres sean jefas en asociaciones sociales.
En éstas, más que en otras empresas, tienen ocasión de demostrar sus dotes de colaboradoras, consejeras, cuidadoras y hacer gala de sus dones femeninos. Se las encuentra con menos frecuencia como jefas en los puestos administrativos, comerciales o del Estado. Claro que las dueñas de las tiendas pueden a la vez ser jefas del negocio, situación de privilegio que les plantea el tener que luchar contra la oposición general.
Esta oposición no proviene exclusivamente de los hombres, sino también de las otras mujeres que prefieren ser mandadas por el sexo contrario. Los motivos de esta resistencia femenina hacia su propio sexo son muy complejos y entran en el campo de la psicología; por lo tanto, no intentaremos analizarlos. Nos ocuparemos solamente de la parte práctica que predomina en la pregunta ¿cómo se conducirá la mujer que ocupa un alto cargo profesional y quiere tener armoniosas relaciones con todos sus subordinados, tanto hombres como mujeres?
Deberá saber que, aun mucho más que los hombres, será el centro de todas las críticas, que le echarán en cara muchas cosas que se pasan por alto cuando se trata de hombres; que pondrán en tela de juicio su capacidad y su inteligencia; que criticarán su falta de decisión en momentos difíciles y, encima, discutirán su edad y su aspecto, harán suposiciones sobre su familia, etcétera. Todos sabemos que los jefes masculinos siempre están expuestos a las críticas sobre sus apariencia, pero mucho más lo están las jefas. Cada vestido nuevo, cada joya, cada peinado distinto, serán otros tantos motivos de críticas severas. En cambio, nadie reprochará a los jefes que se han comprado una corbata nueva. Por lo tanto, no creemos que la situación de estas valientes mujeres sea tan envidiable.
Si es inteligente, tomará nota de todas estas cosas y tratará de desmentirlas con su conducta. Por lo general, nadie podrá discutir su capacidad y sus conocimientos profesionales, pues de lo contrario no ocuparía tan importante puesto. Por lo tanto, intentará vencer también en el otro terreno, aunque para esto precisará de mucho tacto, de mucha energía y de mucha entereza.
Necesitará, aún más que el hombre, preocuparse de la objetividad de su conducta y se guardará de dar órdenes o de tomar decisiones a impulsos de su humor o de su propio interés. Para defender un punto de vista tendrá que haberlo meditado bien y exponerlo después con tranquilidad y con argumentos objetivos, no con lágrimas ni excitación. Hablará lo menos posible y no tratará de ganarse las simpatías de sus subordinados con muestras de familiaridad, sino por medio de sus méritos, de su imparcialidad y de su interés personal cuando alguien necesite su ayuda.
También será discreta en el vestir y prescindirá de dota extravagancia. Le costará mucho más dinero mantener esta discreta elegancia si quiere presentar siempre un aspecto impecable. Su peinado, sus manos y su maquillaje serán siempre ejemplares.
Si consigue todo esto habrá ganado la partida y se pondrá a cubierto de todas las críticas, prejuicios e injusticias inspiradas por la envidia. Las mujeres de los países nórdicos ya han triunfado en los negocios y profesiones. Allí, muchas mujeres ocupan altos cargos administrativos y todos las aprecian y se les somenten de buen grado.

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